Bar Unión, Ezeiza, Buenos Aires
15 de agosto. 20:30 hs.
Era viernes a la noche y el microcentro se desarmaba en una mezcla rara de oficinistas que escapaban de la rutina y turistas que buscaban perderse en las calles. Menges, con el saco colgado del brazo y la cabeza cargada de números y papeles, caminaba sin rumbo fijo. Una esquina iluminada por un barcito de madera y vidrios empañados lo tentó. No lo pensó demasiado: empujó la puerta y se dejó envolver por el olor a café, alcohol barato y madera húmeda.
El lugar estaba medio vacío. Un televisor al fondo mostraba un partido en silencio, y en la barra, un hombre en silla de ruedas secaba vasos con serenidad. Tenía barba recortada, ojos vivos, y saludaba a cada cliente como si lo conociera de toda la vida.
Menges pidió una cerveza y se sentó en la barra. El bartender se acercó con una sonrisa.
RAMIREZ: Primera vez acá, ¿no?
MENGES: Sí, venía de la oficina, necesitaba cortar un poco.
RAMIREZ: Este es buen lugar para eso. A veces uno encuentra más de lo que vino a buscar.
Menges levantó una ceja, divertido por la frase rara.
MENGES: ¿Más de lo que vine a buscar? Ojalá. Lo único que busco últimamente es dejar de pensar en…
RAMIREZ: ¿En qué?
MENGES: En nada, pavadas.
RAMIREZ: Mirá que yo escucho de todo acá, eh. Si hay algo que aprendí sirviendo copas, es que la gente necesita largar lo que no puede contar en otros lados.
Menges lo dudó unos segundos, entre el cansancio y la confianza que le inspiraba ese desconocido. Bajó la voz:
MENGES: Es una estupidez… pero estoy obsesionado con alguien. Una actriz. No puedo sacármela de la cabeza.
El bartender apoyó los codos en la barra, inclinándose hacia él.
RAMIREZ: No parece tan estúpido. ¿Quién es?
MENGES: Victoria Justice.
Hubo un silencio breve. El bartender lo sostuvo con la mirada, luego sonrió de costado, como quien sabe un secreto.
RAMIREZ: ¿La yankee? Mirá vos… Es ambicioso. Pero he visto deseos más locos.
Menges frunció el ceño, intrigado.
MENGES: ¿Vos qué sabés de eso?
RAMIREZ: Digamos que cada tanto, por este bar pasan personas que… ayudan con esas cosas. No soy yo, claro. Pero si de verdad lo querés, puedo pasarte un contacto.
El joven lo miró desconfiado.
MENGES: ¿Un contacto? ¿De qué?
RAMIREZ: De gente que hace que lo imposible se vuelva posible. Si ellas aceptan tu caso, claro.
El silencio quedó suspendido entre los dos, apenas roto por el tintinear de un vaso. El bartender sacó un papelito arrugado del bolsillo, lo apoyó frente a él y le deslizó una birome.
RAMIREZ: Anotá este número. No lo compartas con nadie. Y cuando llames, sé honesto con lo que querés. Muy honesto.
Menges anotó, sin saber del todo por qué. Cuando levantó la vista para preguntar más, el hombre ya se había girado para atender a otro cliente, como si nada hubiera pasado.
Lavadero "El Rey de la Espuma", Munro
16 de agosto, 11:15 hs
Menges llegó al lugar rascándose la nuca, preguntándose si no era todo un chiste. El lavadero estaba casi vacío: solo un par de autos avanzaban entre los rodillos gigantes que giraban cargados de jabón azul. El aire olía a humedad y jabón barato.
Y ahí, de pie entre dos máquinas que giraban, estaba Pampita. Jeans ajustados, remera blanca impecable, pelo suelto y lentes de sol. Brillaba en ese ambiente gris como si alguien la hubiera photoshopeado en una foto equivocada.
ARDOHAIN: ¿Menges?
Él tragó saliva.
MENGES: Sí, soy yo.
Ella lo miró de arriba abajo, evaluándolo en silencio como quien inspecciona un producto antes de comprarlo. Luego señaló un banquito de plástico al costado.
ARDOHAIN: Sentate. Contame lo que querés. Y no me ahorres detalles.
El ruido de las máquinas hacía eco, cubriendo la conversación de miradas curiosas. Menges se acomodó nervioso, el culo apenas entraba en el banquito tambaleante.
MENGES: Yo… bueno… Quiero acostarme con Victoria Justice.
El chorro de agua a presión reventó contra un parabrisas cercano, como si la ciudad misma reaccionara a lo que acababa de decir. Pampita no se inmutó.
ARDOHAIN: Bien. ¿Por qué?
Menges la miró confundido.
MENGES: ¿Cómo que por qué? ¡Porque es hermosa! Desde que la vi en la tele no puedo pensar en otra cosa… quiero sentir que alguien así puede fijarse en un tipo como yo.
Ella se inclinó apenas, con una sonrisa leve.
ARDOHAIN: Todos los que vienen a nosotras quieren lo mismo: ser vistos. Vos no sos distinto. El caso se acepta.
Menges parpadeó, sorprendido.
MENGES: ¿Así de fácil?
ARDOHAIN: No... Ahora empieza lo difícil... Vamos a pasarle un presupuesto del cual usted deberá pagar exactamente el doble, por la logística y la mano de obra. Le informo que no somos baratas.
Sin darle tiempo a responder, lo dejó ahí, con las gotas del lavadero salpicándole la cara y la sensación de que acababa de firmar un contrato invisible.
Estudio abandonado Canal 2, Buenos Aires.
16 de agosto, 21:40 hs
ARDOHAIN: Bueno, chicas. Tenemos cliente nuevo. Caso complicado, y con alto nivel de exposición mediática.
MARTINO: ¿Famosa internacional? ¿Modelo, actriz?
Pampita sonrió apenas, como disfrutando del suspenso. Le indicó con los ojos a Suárez que la presente.
SUAREZ: Victoria Justice.
Lali, que estaba recostada en su silla, dejó escapar una carcajada traviesa.
ESPOSITO: ¿La de Victorious? Mamita… les juro que me sacrifico y entro yo al operativo.
Martu, sentada sobre la mesa con las piernas cruzadas, se relamió los labios.
MORALES: ¿Qué edad tiene ahora? Yo me mataba a pajas viéndola cuando era pendeja
More, tímida y colorada, le dio un codazo suave.
BELTRAN: Siempre tan boca sucia vos…
Cinthia, intervino mientras ajustaba un monitor que apenas funcionaba:
FERNANDEZ: Lo que me importa es la logística. Si traemos a una estrella yankee, hay que mover contactos, permisos, vuelos privados. No es como meter a alguien en un cumpleaños de 15 en Lomas.
Rocío, apoyada contra la pared con los brazos cruzados, lanzó una mirada práctica.
GUIRAO: Yo puedo ocuparme de la parte legal y los accesos. Tengo un par de contactos en la embajada que nos pueden cubrir las espaldas…
SUAREZ: Después pensamos en eso. El cliente eligió no dar su nombre. Su apellido es Menges. Secretario, 27 años. Sueña con acostarse con Victoria. Y no, Lali, no lo vamos a cambiar por vos.
BELTRAN: ¿Y Victoria qué gana con esto? Porque estas chicas no se mueven por nada. Alguna necesidad tenemos que encontrar.
MARTINO: Yo puedo hacer el perfil psicológico. Si es como muchas estrellas infantiles, seguro tiene hambre de validación… o está harta de la imagen perfecta.
ARDOHAIN: Bien, eso es lo que quiero: encontrar la grieta. Necesito informes completos: hobbies, debilidades, agenda. Euge, hacete cargo de eso.
Martu se inclinó hacia Lali, con una sonrisa cómplice y mordiendole la oreja suavemente
MORALES: Imaginate si la convencemos con un poco de show entre nosotras…
Lali le devolvió la mirada y se relamió los labios, apenas perceptible.
ESPOSITO: No calientes si no vas a animarte después, pendeja...
FERNANDEZ: Si terminaron de calentar la reunión, yo necesito definir locación. ¿Qué escenario vendemos?
ARDOHAIN: Quiero un evento exclusivo, organizado por nosotras, donde Menges pueda parecer alguien importante. Glamour, flashes, pero como siempre control total de la situación.
BELTRAN: ¿Y si armamos un after privado? Algo más… íntimo, para que la tensión haga su trabajo.
Pampita sonrió satisfecha.
ARDOHAIN: Exacto. Chicas, esto va a ser una obra maestra. Ahora, a trabajar.
Todas se levantaron casi al unísono, como engranajes en movimiento. Mientras levantaban sus carpetas y computadoras, Lali se acercó a Martu y le susurró al oído, lo bastante bajo para que nadie más escuchara:
ESPOSITO: ¿apostamos quién le entra primero a la gringa?
Martu rió bajito, mordiéndose el labio.
MORALES: Hecho.
Hotel Pueyrredon, Buenos Aires
21 de agosto, 10:40 hs
La fachada del Hotel Pueyrredon brillaba con luces cálidas. Banderines con logos de marcas tecnológicas, cámaras de TV y un despliegue de seguridad impecable daban marco al supuesto lanzamiento internacional de Fashion Plus, una app de streaming de moda. Este era el evento ficticio que Las Simuladoras habían construido para justificar la visita de Victoria Justice a Buenos Aires.
En la entrada, un aluvión de periodistas, flashes y fanáticos se amontonaban. Victoria descendió de una camioneta negra con chofer, impecable: vestido plateado ajustado, maquillaje luminoso, sonrisa ensayada. Saludaba con la naturalidad de alguien que lo había hecho mil veces.
Pero nada de lo que pasaba allí era casual. Fernández, oculta en la sala de control montada en un subsuelo del hotel, coordinaba cada detalle técnico: luces, cámaras, sonido, seguridad. Suárez había elaborado el guion del evento, los invitados y hasta el cronograma de prensa. Lali se movía disfrazada de productora yankee, Max Cozzetti, siempre pegada a Victoria con su acento exagerado, filtrando qué personas podían acercarse a ella.
Y ahí estaba Menges, traje oscuro, corbata simple, acreditación colgando. Para cualquiera parecía un asistente más del evento, parte del staff de protocolo. Pero todo estaba diseñado para que su camino se cruzara, tarde o temprano, con el de la actriz.
La primera parte transcurrió sin problemas: discursos, flashes, un cóctel elegante. Victoria se mostraba radiante, aunque empezaba a dar señales de cansancio por la atención constante. Justo en ese momento, Las Simuladoras activaron la primera fase: una falsa filtración de invitados, que rompió la calma del salón.
De repente, cuatro extras contratados se abalanzaron hacia la actriz con celulares y gritos exaltados. La seguridad tardó en reaccionar, cortesía de un ligero “fallo técnico” manipulado por Cinthia, y fue ahí cuando apareció Menges.
Con un gesto rápido, la tomó del brazo y la guió hacia un pasillo lateral, alejado del tumulto.
MENGES: Por acá, rápido
Victoria, sobresaltada pero confiada, lo siguió. Se encontraron en un pasillo silencioso, lejos del ruido. Ella respiraba agitada, con la mano todavía en el pecho.
VICTORIA: Oh my god… qué locura fue esa.
Menges sacó un pañuelo del bolsillo y se lo ofreció para que se secara el sudor de la frente.
MENGES: No se preocupe. Está a salvo ahora.
Ella lo miró por primera vez con atención, como calibrando quién era ese desconocido.
VICTORIA: ¿And you? ¿Quién eres?
Él sonrió, medido, ensayado, como si no quisiera revelar demasiado.
MENGES: Alguien que estaba en el lugar correcto en el momento justo.
Victoria rió por primera vez en toda la velada, bajando la guardia.
VICTORIA: That’s cute… pero en serio, gracias. Si no fuera por tí, me habrían arrancado la ropa.
MENGES: Bueno... Si necesitas que te salve otra vez, podés contar conmigo.
La actriz lo observó con más interés del que hubiera esperado. Ese fue el primer contacto: un extraño convertido en refugio. Exactamente como lo habían planeado Las Simuladoras.
Mientras tanto, en el vestidor, Martu estaba probándose un vestido ajustado para la fiesta. Frente al espejo, tiraba de la tela hacia arriba con frustración.
MORALES: Esta mierda me corta la respiración.
Desde atrás, Lali soltó una carcajada.
ESPOSITO: No es el vestido el que corta la respiración, bebé. Sos vos.
Martu giró, arqueando una ceja, pero la sonrisa de Lali era imposible de ignorar. La morocha se acercó y, sin pedir permiso, le acomodó la tela en la cintura, sus dedos rozando la piel descubierta.
ESPOSITO: Ahí… aunque igual, si fuera por mí, no usarías nada.
Martu sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No respondió. Solo sostuvo la mirada en el espejo mientras Lali, muy despacio, le subía el cierre, rozando su columna con las uñas. Cuando terminó, la simuladora mayor mordió con suavidad el cuello de la pendeja y, con su mano derecha, apretó con firmeza una de sus nalgas.
ESPOSITO: Perfecta… para romper corazones.
Martu giró y, por un instante, quedaron a centímetros, respirando el mismo aire. Morales salió del vestidor con el corazón acelerado y se topó con More, que venía con un par de copas en la mano.
BELTRAN: ¿Todo bien? Estás… roja.
Martu rió nerviosa, mordiéndo su labio inferior para no explotar de deseo y morbo contenido.
MORALES: Sí, sí. Calor.
More dejó las copas en la mesa y, sin decir nada, le corrió un mechón rebelde detrás de la oreja. Sus dedos se demoraron más de lo necesario.
BELTRAN: Siempre que estás nerviosa, te mordés el labio así…
Martu tragó saliva. More la miraba con esos ojos grandes, sinceros, que decían más que cualquier palabra. De repente, el mundo se redujo a ese gesto suave, la respiración compartida.
MORALES: Tenemos que volver, ¿no?
BELTRAN: ¿Dónde está la Martu que incomoda, que hace comentarios zarpados, que me toca el culo mientras camino?
MORALES: Acá no. Estamos trabajando...
More le comió la boca sin dejarla terminar. Fue un beso intenso, cargado de deseo y a la vez ternura amistosa.
BELTRAN: Relajate, tonta. Está todo bien.
MORALES: Gracias rubia... Te quiero...
Le respondió con otro beso, igual de potente que el anterior, acompañado de una mano traviesa que se metió bajo el vestido de Morena acariciando la piel suave de sus nalgas. Cuando se separaron, tras varios minutos de beso, Ardohain las miraba como una madre orgullosa, pero a la vez estricta.
ARDOHAIN: Tendrían que estar trabajando...
MORALES: Caro! Yo... More empezó!
ARDOHAIN: No importa quién empezó. Las necesito atentas. Si trabajan bien... puedo darles un recreo para que sigan con lo que empezaron...
En el salón, la fiesta seguía en su punto más alto. Entre flashes, música y copas de champagne, Lali se movía como pez en el agua entre los invitados, disfrazada de presentadora de moda. Mientras tanto, Euge había preparado un discurso de bienvenida que casualmente resaltaba la importancia de los hombres “auténticos, discretos, y con carácter fuerte”. Todo dicho con un ojo puesto en Victoria, que escuchaba atenta.
En un rincón del salón, Cinthia había manipulado la iluminación: cada vez que Victoria giraba la cabeza, la luz resaltaba la figura de Menges, parado a cierta distancia, con un porte más interesante del habitual. Como si él siempre estuviera enmarcado en el lugar correcto.
La actriz, con su copa en mano, miró de reojo y le susurró a Cozzetti
VICTORIA: He’s kinda… intense.
ESPOSITO: ¿Lo viste? Ese chico no deja de mirarte, pero... No te mira como los demás, no sé si me entendés.
Victoria arqueó una ceja, divertida.
VICTORIA: ¿Ah, sí? ¿Lo conocés?
ESPOSITO: Bastante bien... Y te digo algo: ese tipo puede hacer que te olvides de todo por un rato.
La actriz se rió nerviosa, girando otra vez hacia Menges. Él, como siguiendo el guion invisible, justo en ese momento levantó la mirada y la sostuvo. No fue invasivo, fue firme. Ella bajó los ojos enseguida, pero una electricidad le corrió por la espalda.
En otro ángulo, desde una punta opuesta del salón, Pampita observaba todo con gesto satisfecho mientras sostenía un habano en la mano.
ARDOHAIN: Ya está cayendo. Falta el empujón final. Una escena que no pueda ignorar... Y tiene que ser algo caliente...
GUIRAO: ¿Algo como qué? No tenemos nada planificado...
ARDOHAIN: Improvisemos...
Habló por el audífono interno. Su voz calma y serena retumbó en los oídos de todas las simuladoras y de Menges, que se sobresaltó ligeramente.
ARDOHAIN: Chicas, pónganse cariñosas. Tenemos que hacer que sienta el deseo. Yo voy con Menges, los celos son una de las emociones más potentes del ser humano. Fernández... Que empiecen los lentos.
Casi como unidas por imanes, Lali y Martu se pegaron una a la otra para empezar a acariciarse. Victoria sonrió intentando disimular la calentura que le provocaba ver a su amiga tan mimosa con una desconocida. Martu se mordió el labio echándole un vistazo a Victoria, quien le sonrió correspondiendo la mirada.
En la barra, Majo sostiene una copa de vino malbec. More se acerca por detrás, acariciando la cintura de su compañera mientras ella le acerca otra copa a los labios.
MARTINO: Probá este, es más dulce...
More toma un sorbo, pero el vino se escurre un poco por la comisura de sus labios, y Majo, sin dudar, limpia la gota con la yema del dedo.
Victoria parpadea. Nadie más parece notarlo. Para ella, es pornografía en cámara lenta. De repente, una mano suave le acaricia la nuca. Al girarse nota a Guirao, que la toma con firmeza de la cintura ofreciéndole un canapé.
GUIRAO: ¿Te gustan? Son de cereza y nuez... Bien afrodisíacos...
La estadounidense no podía moverse, estaba demasiado expuesta a las experiencias sensoriales y su cabeza no sabía qué más hacer. Antes de que pudiera reaccionar, Guirao le acercó un canapé a la boca sensualmente.
GUIRAO: Comé, hermosa... Con cuidado, no te chorrees...
Victoria lo mordió, sintiendo el dulzor de la fruta en su boca. Guirao sonrió limpiando la comisura de su boca con un dedo pulgar, el cual luego se llevó a la boca chupándolo sensualmente.
GUIRAO: mmm... Me encanta este labial.
Mientras todo esto sucede, Pampita está impecable: vestido blanco ajustado, espalda descubierta, perfume caro. Camina despacio hacia Menges, que luce elegante pero nervioso, intentando mezclarse con los invitados. Ella lo intercepta con una sonrisa felina.
ARDOHAIN: ¿Se está divirtiendo, Menges?
Él asiente, torpe. Pampita ríe y apoya su mano en su antebrazo, dejándola deslizar unos centímetros hacia la muñeca, con la naturalidad de alguien que sabe lo que está haciendo.
Desde el otro lado, Victoria los ve. Pampita se inclina un poco más para hablarle al oído, pero lo hace tan cerca que sus labios parecen rozar la piel de su cuello. No hay beso, no hay abrazo, pero la imagen es inequívoca: algo pasa.
ARDOHAIN: Relájese, esto es parte del plan... Agárreme del culo, despacio.
Menges traga saliva llevando su mano al culo perfecto de Carolina. Es un segundo, casi imperceptíble. Al instante Pampita se aleja con una mirada que Victoria recibe como una flecha directa. Por un segundo, siente un fuego extraño en el pecho: mezcla de celos y curiosidad morbosa.
La modelo decidió salir al jardín. No soportaba la tensión sexual y sentía que estaba a punto de cometer una locura. Tal vez fuera el vino, o solo la falta de sexo. Sintió un perfume potente y floral a sus espaldas, y la voz inconfundible de Pampita que le hablaba por detrás, mientras tomaba su cintura.
ARDOHAIN: ¿Me mirabas a mí?
Victoria se giró sobresaltada, pero la argentina no le dió tiempo a responder. La acorraló contra una pared, mirándola pícaramente, y llevó su dedo pulgar a la boca de la norteamericana.
ARDOHAIN: Estás caliente, Victoria. Puedo notarlo y vos también.
VICTORIA: Hey, Carolina, creo que esto es un error...
ARDOHAIN: Jurámelo... Decime que no me deseas, zorrita...
Victoria negó con la cabeza, convencida, y puso una mano gentilmente en el pecho de Carolina para separarla. Estaba roja de la vergüenza, pero también muy caliente.
VICTORIA: No es contigo, Carolina... Yo... Estaba mirando al chico que te acompañaba hoy.
ARDOHAIN: ¿A Menges?
La ex Victorious asintió con la cabeza, nerviosa.
VICTORIA: Si es tu pareja lo voy a entender, pero... Es él a quien deseo...
Pampita supo en ese instante que el operativo ya estaba hecho. Sonrió intentando transmitirle calma a su nueva amiga.
ARDOHAIN: No es mi novio, Victoria. Es todo tuyo si así lo deseas...
VICTORIA: ¿Es así de fácil en Argentina? Desde que llegué solo veo gente tocarse y besarse con morbo...
ARDOHAIN: Tal vez es tu cerebro jugándote una mala pasada, Victoria. Pero... Una vez que estás en el baile, solo te queda bailar.
Como si fuera un pase teatral, Ardohain se movió a un lado para que Justice pudiera observar a Menges, que entraba a uno de los cuartos del hotel guiado por el auricular, donde Fernández le daba indicaciones.
Victoria le sonrió a Pampita, agradeciéndole la motivación, y se acercó al cuarto decidida
VICTORIA: Okay, girl... It's now or never... [OK, chica. Es ahora o nunca]
Dentro, esperándola, estaba Menges. Él se levantó apenas la vio entrar, nervioso pero decidido. La puerta se cerró suavemente detrás de ella, quedando solo ellos dos frente a frente, con todo el peso del deseo acumulado.
Victoria se detuvo frente a él, a centímetros. Menges temblaba, no sabía si debía avanzar o esperar. Fue ella quien lo resolvió: le tomó la cara con ambas manos y lo besó de lleno, con una desesperación que no podía contener. El contraste fue brutal: la suavidad de sus labios contra la intensidad con la que lo devoraba.
Él respondió enseguida, dejándose llevar. Sus lenguas se encontraron con torpeza primero, después con ritmo, y en cuestión de segundos ya estaban pegados, chocando cuerpos con hambre.
Victoria lo empujó suavemente hacia la cama. Lo sentó y, sin apartar la mirada, se desabrochó el vestido que traía puesto para el evento. La tela cayó al suelo, revelando su lencería negra: un corpiño que apenas contenía sus pechos firmes y una tanga mínima que se perdía entre sus caderas.
VICTORIA: Do you like it, honey? [Te gusta, cariño]
Menges apenas pudo asentir, fascinado. Ella se subió sobre él, montándolo con las piernas abiertas. El roce de su pelvis contra la erección marcada en el pantalón lo hizo gemir.
VICTORIA: Quiero sentirte...
Lo liberó y lo acarició lentamente, al principio con picardía, después con un ritmo más fuerte. Sus dedos se mojaban solos con el pre-semen que brotaba, y ella lo disfrutaba, sonriendo.
VICTORIA: mmmm... Deseaba esto.
Se apartó solo lo justo para deslizar la tanga a un lado y hundirse de golpe sobre él. El gemido que soltó resonó en toda la habitación, mezclado con el jadeo de Menges, que no podía creer lo que estaba viviendo.
La cabalgata empezó suave, pero enseguida se volvió frenética. Victoria se agarraba del pecho de Menges, tirándole del pelo, gimiendo sin pudor. Sus pechos rebotaban con cada movimiento, y sus uñas le dejaban marcas en la piel.
VICTORIA: Más… ¡más fuerte! Fuck me…
Menges la sostuvo de la cintura y empujó hacia arriba, encontrando un ritmo brutal. Cada embestida la hacía gritar, perder el control. Ella lo besaba, lo mordía, lo lamía, mientras el sudor les corría por el cuerpo.
En un momento, Victoria se arqueó completamente hacia atrás, con los ojos cerrados, dejándose penetrar hasta el fondo. Su cuerpo tembló entero y un gemido agudo anunció su orgasmo. Cayó contra el pecho de Menges, todavía moviéndose, todavía queriendo más.
Él aguantó hasta no poder más, y acabó dentro de ella con un rugido, hundiéndola contra sí mismo. Se quedaron jadeando, abrazados, con la piel pegajosa y el corazón desbocado.
Victoria sonrió, aún sin recuperar el aliento, y murmuró en su oído:
VICTORIA: You were exactly what I needed tonight. [Eras exactamente lo que necesitaba esta noche]
Hotel Pueyrredón, Buenos Aires
22 de agosto, 03:10 hs
La habitación estaba impregnada de un calor húmedo, mezcla de perfume caro, sábanas revueltas y el eco reciente del placer. Victoria y Menges permanecían tendidos, exhaustos, la respiración aún agitada, como si cada uno buscara retener en la piel la electricidad del momento. El silencio tenía un peso extraño, apenas roto por el murmullo distante de la música en el salón del hotel. Afuera, el mundo seguía igual. Adentro, todo había cambiado.
Menges no podía creerlo. Había fantaseado mil veces con esa mujer, pero tenerla desnuda, rendida y sonriente a su lado lo dejaba en un estado de incredulidad casi infantil. Victoria, con su bata blanca ahora flojamente anudada, se incorporó para servirse un vaso de agua. Giró sobre sí misma con naturalidad, como si la desnudez y el desenfreno fueran lo más cotidiano, lo más lógico después de esa noche.
VICTORIA: Creo que voy a ducharme...
Entonces, la puerta se entreabrió. Pampita miró a Menges en la cama, destrozado física y mentalmente por la intensidad de Victoria, y no pudo evitar soltar una risita.
ARDOHAIN: ¿Y, Menges? ¿Objetivo cumplido?
El joven no supo qué responder. Apenas esbozó una sonrisa nerviosa, un gesto que contenía alivio, euforia y gratitud en una sola mueca.
Victoria salió de la ducha envuelta en una toalla, y se quedó helada en la habitación antes de reaccionar con una carcajada ruidosa.
VICTORIA: ¿Otra vez tú aquí?
Pampita no respondió enseguida. En lugar de eso, sacó un cigarrillo largo y delgado de un estuche plateado. Lo sostuvo con delicadeza entre los labios, como si aquel gesto fuese parte de un ritual. Luego giró hacia Victoria y, con una calma absoluta, preguntó:
ARDOHAIN: Dame fuego, Victoria.
Victoria arqueó una ceja, divertida, mientras buscaba en la mesa de luz el encendedor que había usado minutos antes. Se lo tendió, sin sospechar nada, y encendió el cigarrillo de Pampita. La primera bocanada llenó el aire con un humo suave, blanco, que se mezcló con el olor del sexo reciente.
ARDOHAIN: Gracias, preciosa.
Pampita se despidió de ambos con un guiño, y se retiró caminando con paso lento hacia el pasillo. Sus silueta se fue perdiendo en la penumbra del hotel, como una sombra que se disuelve después de cumplir su misión.
Victoria sonrió, entre tímida y halagada, mientras Menges seguía en un estado de asombro mudo, intentando procesar que todo aquello era real.
Unos minutos después, en el estacionamiento, las demás esperaban. Suárez hojeaba unos papeles, Lali se acomodaba frente al espejo mientras se pintaba los labios y Martu jugueteaba con las tetas de More, quien estaba sentada sobre sus piernas. Guirao y Martino, abrazadas, dormitaban en la parte de atrás de la camioneta. Cuando Pampita entró, todas levantaron la vista, y Cinthia puso en contacto el vehículo con toda la intención de desaparecer de la escena lo más pronto posible.
FERNANDEZ: ¿Y? ¿Primer objetivo internacional cumplido?
Pampita soltó una última bocanada de humo antes de apagar el cigarrillo en el suelo y subir a la van.
ARDOHAIN: Victoria Justice ya no olvidará esta visita a la Argentina.
Las otras sonrieron con discreción. Un operativo más había llegado a su fin. Y ya esperaban el próximo.
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