El Taller de Deseos de Laurita – (Capítulo 3) Había algo en ese lugar que la llamaba. No era solo la soledad. Ni el polvo. Ni el eco. Era otra cosa. Cada vez que Laurita volvía al taller, algo dentro suyo se encendía distinto. Como si ese rincón escondido del canal supiera exactamente lo que necesitaba. Ese día llegó vestida de forma casual, pero matadora. Chaqueta de gabardina beige, minifalda haciendo juego, un enterito blanco cavado por debajo que apenas la contenía… y tacos claros que marcaban cada paso con un clac clac que retumbaba entre las estructuras de escenografía. Miró el espacio. El aire tenía ese olor tan característico: mezcla de madera, tela, restos de pintura y algo más... algo suyo. Caminó hasta una de las mesas altas de trabajo, donde las tablas de MDF estaban apiladas como si esperaran ser parte de un decorado que nunca se terminaría. Pasó la palma por la superficie. Estaba llena de polvo. Eso no la detuvo. Con calma, se sacó la chaqueta y la dobló ...
Bar Unión, Ezeiza, Buenos Aires 15 de agosto. 20:30 hs. Era viernes a la noche y el microcentro se desarmaba en una mezcla rara de oficinistas que escapaban de la rutina y turistas que buscaban perderse en las calles. Menges, con el saco colgado del brazo y la cabeza cargada de números y papeles, caminaba sin rumbo fijo. Una esquina iluminada por un barcito de madera y vidrios empañados lo tentó. No lo pensó demasiado: empujó la puerta y se dejó envolver por el olor a café, alcohol barato y madera húmeda. El lugar estaba medio vacío. Un televisor al fondo mostraba un partido en silencio, y en la barra, un hombre en silla de ruedas secaba vasos con serenidad. Tenía barba recortada, ojos vivos, y saludaba a cada cliente como si lo conociera de toda la vida. Menges pidió una cerveza y se sentó en la barra. El bartender se acercó con una sonrisa. RAMIREZ: Primera vez acá, ¿no? MENGES: Sí, venía de la oficina, necesitaba cortar un poco. RAMIREZ: Este es buen lugar para eso. A veces un...